Invitación a
criticar
No puedo evitar cuestionarme si Michael Phelps hubiera sido capaz de lograr sus medallas sin el ojo critico de su entrenador. Para quienes no sepan quien es Phelps, acaba de ganar su medalla Olímpica numero 22 de las cuales 18 son de oro. Imagino sus entrenamientos, probablemente como los de muchos deportistas, un entrenador gritando constantemente, exigiendo cada vez más y el deportista cansado, al limite de su capacidad, logra mejorar su rendimiento porque ese que le grita y le exige mejorar cree que es posible dar más.
La crítica
es ese entrenador que nos ayuda a ver lo que nosotros desde donde estamos
trabajando/creando/aprendiendo nos es imposible ver. Debería ser ese espejo que
con claridad y sustento nos obliga a reflexionar sobre nuestros resultados y
nos permite subir el limite de nuestras expectativas.
La peor crítica
es la que no se hace, la hipócrita o la que dice tan solo: que bonito! ¿Que
puede aprender uno si la respuesta a su trabajo es: bonito/feo/agradable? Esas palabras no significan nada si no llevan
tras si una descripción, un por qué. Los críticos de profesión lo saben y
aunque su tarea es compleja, en la sustentación, descripción y capacidad
educativa de su crítica radica la posibilidad de aprendizaje tanto del objeto
criticado como de la comunidad lectora de la crítica.
La crítica
es sobre un objeto y no sobre un sujeto, por ejemplo en el teatro se habla de
la actuación mas no del actor. La actuación es el trabajo que puede ser
perfectible como lo es también una pintura o un escrito. Se diferencian del
sujeto creador, aunque a este le afecte igual. El sujeto creador, como el deportista,
debería querer romper su propio record, llegar a la perfección, alejarse de la
mediocridad. Primer paso para lograrlo: aprender a recibir una crítica,
trabajar con ella y superarla.
En
espaciovacio.net se pueden criticar muchas cosas: su diseño, la existencia del
espacio, los eventos realizados, el contenido de los eventos, etc. Aquí se
publican todos los comentarios recibidos (excepto spam, razón por la que si hay
un filtro, lo siento) Siempre estamos ávidos de información que nos ayude a
crecer. He invitado a Carlos Icaza Estrada a disertar sobre la importancia de
la crítica. Espero sirva de carta abierta, invitación formal a criticar. ¡Aquí
en Espacio Vacío queremos sus criticas!
Valentina
Brevi
Agosto 3,
2012
Sobre la crítica
El solo hecho de observar o escuchar una obra de
cualquiera de las artes, sin importar si se presenta en una sala de
exhibiciones, una sala de conciertos o un teatro, implica una actitud crítica
hacia ella. Por más que queramos suprimir nuestro juicio por evitar herir a un
artista cercano a nosotros, si su trabajo no nos gusta, nuestra conciencia nos
lo recordará y si no sabemos esconderlo, este conflicto pasará a ser público.
Las facultades críticas están presentes en todos
nosotros, y las usamos a diario por ejemplo cuando nos quejamos del mal diseño
de un edificio o la funcionalidad de algún artefacto. El hecho de que ahora no
podamos discutir lo malo y lo bueno de una cerradura con el artesano que la
fabricó, de lo que se quejaba Jean Renoir a propósito de la cultura del consumo
masivo, no ha hecho desaparecer nuestra habilidad para apreciar lo bueno y
reconocer lo malo. Lo que pasa es que pocos entre nosotros estamos realmente
interesados en conocer y apreciar las artes. Muchos se asustan al ver el
vocabulario utilizado por los críticos, pero excepto en el caso de los
posmodernistas más exclusivistas, este lenguaje es bien concreto: en la mayoría
de los casos fácilmente se puede explicar con una foto o grabación de la obra
en cuestión. En eso, el lenguaje se podría decir que es bien técnico, bien
preciso, como el de las ciencias exactas.
Por ejemplo, a pesar de que pasamos horas a diario
escuchando música, por falta de curiosidad a la mayoría le cuesta comprender el
vocabulario básico de la música. Suena altamente especializado, tan complejo
como la física, y encima de eso, como está asociado con algo (la música
académica) que paga relativamente mal, empieza a asemejarse a una ciencia
oculta. Pero esto esconde la realidad de que los fundamentos de la música popular
y académica son los mismos, y por lo tanto el mismo lenguaje que se utiliza
para criticar una interpretación de Mozart es igualmente apropiado para una
presentación de Lady Gaga (o de los Beatles, como alguno vez hizo Glenn Gould).
Así pues no resulta sorprendente que en sociedades como
la nuestra, sin un mundo cultural extenso y variado, donde la enseñanza de las
artes es limitada tanto en cantidad como en calidad, se formen grupos que
abusen de la resultante ignorancia y hagan de la sala de exhibiciones y de
conciertos una catedral, nombrándose a si mismos sus sacerdotes. Y, al igual
que ha sucedido con organizaciones religiosas alrededor del mundo, esta
sacralización termina convirtiéndose en un gigantesco velo detrás del cual se
esconde la mediocridad y el oportunismo del burócrata. Convirtiendo el lenguaje
especializado de su arte en los conjuros del mago, estos sacerdotes del arte
dejan al público estupefacto y reacio a cuestionar. Así pues el proverbial
emperador puede caminar entre su pueblo completamente desnudo sin que nadie
haga público lo absurdamente obvio.
Pero cuando alguien lo intenta la respuesta no puede ser
sino brutal. En esta era de medios masivos, el artista mediocre encuentra fácil
desarrollar su identidad al ver su imagen
como artista reproducida miles - si no millones - de veces en papel y
pantalla con poca inversión en trabajo valioso, sobre todo en un entorno como
el nuestro, con limitada oferta cultural.
Consecuentemente, su ego se infla como un globo, volviéndose extremadamente
sensible a cualquier crítica. Sobre todo cuando está en juego su propio
sustento.
Sin embargo, el dolor que la crítica puede causar al
artista mediocre deja de causarnos lástima si somos conscientes de la penuria
que han enfrentado innumerables creadores de incuestionable valor durante toda
la historia, muchos de los cuales tenían ideales tan exigentes que fueron
capaces de ordenar destruir lo que la posteridad consideró obras maestras. Su
sensibilidad a la crítica era magnificada exponencialmente cuando se trataba de
enfrentarla en vivo, en el escenario, como es el caso de los creadores e
intérpretes de música y teatro. ¿Por que hacerles su vida y trabajo más difícil
de lo que ya es permitiendo que el mediocre monopolice la atención del público?
Los sacerdotes del escenario responderían que los abucheos no están permitidos
en su templo.
Pero ni siquiera en la vieja y refinada Europa es así. En
el Teatro alla Scala de Milán,
considerado la catedral de la ópera, los más burdos y bulliciosos abucheos son
comunes, y los que los lanzan hace ya mucho tiempo tienen su nombre: loggionisti, en referencia a los palcos
altos (los más baratos) donde se encuentran. Desde allí han abucheado a María
Callas (que los miraba fijamente hasta que se callaban), a Pavarotti, y al
conocido tenor Roberto Allagna, al que virtualmente obligaron a salir del
escenario. Poco después de la inauguración de la ópera de la ciudad de Viena en
la década de 1950, después de abuchear insistentemente al tenor Rudolf Lustig
cuando su voz empezó a decaer durante una obra de Wagner, un grupo de iracundos
loggionisti austriacos lo sorprendió
saliendo por la puerta de los artistas y lo persiguió por las calles,
gritándole improperios hasta que el pobre tenor se refugió dentro de un café.
Incluso en Inglaterra, donde el público es más educado, no es raro escuchar el
abucheo de cantantes a los que les falla la voz.
Lo mismo no se puede decir del arte y la música académica
contemporáneas, que en gran parte se ha desconectado del público en general, a
veces incluso por intención de los mismos artistas. Aquí entra otra función del
crítico: la de presentar, de hacer accesible, lo que parece construido como un
misterioso rito de las artes ocultas. Y esta función, en el contexto del
notable hermetismo que rodea cualquier intento de interpretar muchas obras
contemporáneas, obliga al crítico a tomar partido: o se pone del lado del
artista, o lo cuestiona adoptando la perspectiva del público. Lo último no
implica un populismo amarillista, demagógico, que intenta acabar con cualquier
pensamiento con ideales más altos que los egoístas y calculadores que demanda
el mercado. Es más: el crítico puede, desde la posición de un modernista,
cuestionar si la pose rebelde de un artista contemporáneo es realmente revolucionaria,
o nada más que la pose de otro adicto a la imagen, de otro figureti.
Aquí pues nos hacemos conscientes de uno de los peores
errores que puede cometer un crítico: responder al arte innovador o peor,
revolucionario, con un esnobismo que tarde o temprano termina convirtiéndose en
reaccionario, no solo en lo artístico sino incluso en lo político. Porque
lastimosamente los abucheos no solo fueron la respuesta al artista mediocre o
las fallas o debilidad momentáneas que aquejan incluso al virtuoso o maestro,
sino también a lo que rompe los esquemas tradicionales. Uno de los casos más
conocidos fue el del ballet le Sacre du
Printemps (La Consagración de la Primavera) de Stravinsky, cuyo estreno en
1913 dio lugar a disturbios que ni la policía logró controlar dentro y fuera de
la sala. Son los casos en que los autoproclamados sacerdotes del arte gozan del
apoyo de la mayoría, pero también en los que el crítico puede demostrar lo que
al final diferencia al mero virtuoso del maestro: el criterio, el buen juicio.
Carlos Icaza Estrada
Agosto 2012
1 comentario:
La única forma de crecer como ser humano, como profesional y como artista es ser receptivo a las críticas, desde que nacemos se nos dan consejos, calificaciones y múltiples formas de críticas, algunas constructivas otras que podrían haber sido constructivas.
Lo importante es saber escuchar y saber de donde vienen, a veces un comentario certero proviene de la fuente más insospechada de manera que no podemos cerrarnos nunca a no escuchar alguien por prejuicios de si sabe o no sabe de lo que habla de acuerdo a nuestra valoración de esa persona.
Así que, bienvenido el artículo, excelentes palabras para ponernos a pensar.
RAB
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